martes, 26 de febrero de 2013

LVII La Virgen Santísima presiente la llegada de los Reyes


María había tenido una visión de la próxima llegada de los Reyes, cuando éstos se detuvieron con el rey de Causur, y vio también que este rey quería levantar un altar para honrar al Niño. Comunicólo a José y a Isabel, diciéndoles que sería preciso vaciar cuanto se pudiera la gruta del Pesebre y preparar la recepción de los Reyes. María se retiró ayer de la gruta por causa de unos visitantes curiosos, que acudieron muchos más en estos últimos días.

Hoy Isabel se volvió a Juta en compañía de un criado. En estos dos últimos días hubo más tranquilidad en la gruta del Pesebre y la Sagrada Familia permaneció sola la mayor parte del tiempo. Una criada de María, mujer de unos treinta años, grave y humilde, era la única persona que los acompañaba. Esta mujer, viuda, sin hijos, era parienta de Ana, quien le había dado asilo en su casa. Había sufrido mucho con su esposo, hombre duro, porque siendo ella piadosa y buena, iba a menudo a ver a los esenios con la esperanza del Salvador de Israel. El hombre se irritaba por esto, como hacen los hombres perversos de nuestros días, a quienes les parece que sus mujeres van demasiado a la iglesia. Después de haber abandonado a su mujer, murió al poco tiempo.

Aquellos vagabundos que, mendigando, habían proferido injurias y maldiciones cerca de la gruta de Belén, e iban a Jerusalén para la fiesta de la Dedicación del Templo, instituida por los Macabeos, no volvieron por estos contornos. José celebró el sábado bajo la lámpara del Pesebre con María y la criada. Esta noche empezó la fiesta de la Dedicación del Templo y reina gran tranquilidad. Los visitantes, bastante numerosos, son gentes que van a la fiesta. Ana envía a menudo mensajeros para traer presentes e inquirir noticias.

Como las madres judías no amamantan mucho tiempo a sus criaturas, sino que les dan otros alimentos, así el Niño Jesús tomaba también, después de los primeros días, una papilla hecha con la médula de una especie de caña. Es un alimento dulce, liviano y nutritivo. José enciende su lámpara por la noche y por la mañana para celebrar la fiesta de la Dedicación. Desde que ha empezado la fiesta en Jerusalén, aquí están muy tranquilos. Llegó hoy un criado mandado por Santa Ana trayendo, además de varios objetos, todo lo necesario para trabajar en un ceñidor y un cesto lleno de hermosas frutas cubiertas de rosas. Las flores puestas sobre las frutas conservaban toda su frescura. El cesto era alto y fino, y las rosas no eran del mismo color que las nuestras, sino de un tinte pálido y color de carne, entre otras amarillas y blancas y algunos capullos. Me pareció que le agradó a María este cesto y lo colocó a su lado.

Mientras tanto yo veía varias veces a los Reyes en su viaje. Iban por un camino montañoso, franqueando aquellas montañas donde había piedras parecidas a fragmentos de cerámica. Me agradaría tener algunas de ellas, pues son bonitas y pulidas. Hay algunas montañas con piedras transparentes, semejantes a huevos de pájaros, y mucha arena blancuzca. Más tarde vi a los Reyes en la comarca donde se establecieron posteriormente y donde Jesús los visitó en el tercer año de su predicación. Me pareció que José, deseando permanecer en Belén, pensaba habitar allí después de la Purificación de María y que había tomado ya informes al respecto.

Hace tres días vinieron algunas personas pudientes de Belén a la gruta. Ahora aceptarían de muy buena gana a la Sagrada Familia en sus casas; pero María se ocultó en la gruta lateral y José rehusó modestamente sus ofrecimientos. Santa Ana está por visitar a María. La he visto muy preocupada en estos últimos días revisando sus rebaños y haciendo la separación de la parte de los pobres y la del Templo. De la misma manera la Sagrada Familia reparte todo lo que recibe en regalos.

La festividad de la Dedicación seguía aún por la mañana y por la noche, y deben de haber agregado otra fiesta el día 13, pues pude ver que en Jerusalén hacían cambios en las ceremonias. Vi también a un sacerdote junto a José, con un rollo, orando al lado de una mesa pequeña cubierta con una carpeta roja y blanca. Me pareció que el sacerdote venía a ver si José celebraba la fiesta o para anunciar otra festividad.

En estos últimos días la gruta estuvo muy tranquila porque no tenía visitantes. La fiesta de la Dedicación terminó con el sábado, y José dejó de encender las lámparas. El domingo 16 y el lunes 17 muchos de los alrededores acudieron a la gruta del Pesebre, y aquellos mendigos descarados se mostraron en la entrada. Todos volvían de las fiestas de la Dedicación. El 17 llegaron dos mensajeros de parte de Ana, con alimentos y diversos objetos, y María, que es más generosa que yo, pronto distribuyó todo lo que tenía. Vi a José haciendo diversos arreglos en la gruta del pesebre, en las grutas laterales y en la tumba de Maraha. Según la visión que había tenido María, esperaban próximamente a Ana y a los Reyes Magos.